Me
dijeron que los momentos perfectos no existían. Me dijeron que por
más que te empeñes en hacer algo, siempre habrá algo o alguien que te lo
impida. Hoy, sentada en la silla de los recuerdos, viendo mi pasado
pasar ante mis ojos, me doy cuenta de que de alguna manera, no es así.
Siempre habrán momentos perfectos, hechos a nuestro ser, que nos
envolverán en una niebla de arco-iris y, lo más seguro es que no
sabremos como reaccionar a ese gran momento, a ese maravilloso y
bello nuevo recuerdo.
La vida se ve de diferentes maneras. Mi forma de verla es que esto que llamamos <vida> es un conjunto de recuerdos vividos, que vives y de los que quedan por vivir; un conjunto de pruebas, sonrisas, llantos, risas, abrazos... La vida es todo aquello que vemos y todo aquello que no se percibe.
Los
momentos perfectos están donde menos te lo esperas. Yo ahora mismo
estoy viviendo uno, bajo la majestuosa luz de la luna llena, que
brilla y me envuelve en su más absoluto poder. Estoy acurrucada en los brazos de la
noche que siempre estará para sujetarme cuando vaya a caer.
Miro al cielo, miro las
minúsculas estrellas, que acogen, cada una, una esperanza para
este cruel mundo. Estoy envuelta en el verde de los
arboles del parque, y en esta sensación de libertad. Estoy feliz.
Después de la tormenta, ahora ha llegado el
momento de arriesgar, de vivir, de sonreír sin parar, de perder la cabeza, de reír hasta que te duela el diafragma, de correr hasta
perder la última energía de tu existir, para luego volver a correr y
seguir adelante sin parar.
Ha llegado el momento en el cual te das cuenta que este será tu último verano como niña. Los últimos meses de niñez, para luego convertirte en adulta. Así que, a saltar de alegría y a dejar las penas de lado. Y sobre todo, comienza a apreciar las maravillosas personas que hayas conocido durante estos
años y meses. Esos que han estado cuando ta has caído, y te han
levantado.
¡Ha llegado el verano! ¿Tú también sientes ese cosquilleo en
tu pecho?